LOS SÍNTOMAS QUE NOS HABLAN

Aun hoy en día, y a pesar de todos los datos con los que contamos para superar esta visión, tendemos a considerar a nuestro como cuerpo como una máquina que funciona al margen de nuestras emociones y pensamientos. Hay muchas tradiciones milenarias que poco a poco se están popularizando y que trabajan de una forma integral como lo son la AYURVEDA, la MEDICINA CHINA, … en las que se tiene en cuenta la relación entre ciertos músculos y ciertos órganos, y a su vez a ciertas emociones e incluso elementos de la Naturaleza. Sin embargo a día de hoy en nuestra cultura hemos perdido esa visión global. Es mas cuando aparece algún síntoma los esfuerzos suelen ir encaminados a hacerlo desparecer sin cuestionarnos muchas veces cual es la raiz del problema, o atribuyendo su aparición exclusivamente a un factor externo (he cogido frío, un virus, …) o circunstancial (como por ejemplo las hormonas en un embarazo). Pero entonces ¿por qué ante una exposición ante un mismo virus unos se enferman y otros no?, ¿Por qué ante un embarazo, que supone la producción de unas mismas hormonas para todas las gestantes, diferentes mujeres desarrollan síntomas diversos (o ninguno)?.
   Lo primero a tener en cuenta es que ante cualquier enfermedad es mas importante el medio que el “bicho”, es decir, que en función de cómo esté nuestro organismo a nivel global (físico, psicológico y emocional), lo que ocurra fuera me afectará mas o menos (diferencias cuantitativas) y de una forma u otra (diferencias cualitativas). Pero por si esto fuera poco, como seres sociales que somos, también nuestras relaciones y la estructura social de la que formamos parte condiciona en formas diversas nuestro estado de salud, y por ello la prevalencia de las diferentes enfermedades varía en las distintas culturas. Eso no quiere decir que los factores externos no sean importantes (y con ello no me refiero sólo a virus, bacterias, …, sino también a alimentos, drogas, influencias geobiológicas, …), sino que no son el único, y el resultado es siempre fruto de la interacción de factores diversos, unos que predisponen, otros que actúan como disparador (factores precipitantes) y otros que lo mantienen en el tiempo (ej: trastornos de la alimentación).
    Pero si vamos hablar de enfermedad y salud es importante que aclaremos conceptos a este respecto. En realidad salud y enfermedad son los dos polos de un mismo continium, a lo largo del cual nos movemos (y en ambos existe equilibrio). A nivel de calle o incluso para muchos médicos sano significa asintomático, pero en la práctica vemos que es algo que no se sostiene, para empezar porque formamos parte de una sociedad enferma que intenta “normalizarnos” (adaptarnos a la mayoría). Normal significa adaptado, pero no necesariamente sano.
     Cuando hablo de salud me refiero a la capacidad de integración de todas las funciones (corporales, psíquicas y sociales) en su sistema unitario. No es una situación estática de bienestar, sino saber salir de la infelicidad y la enfermedad. Desde esta perspectiva los síntomas no es algo a eliminar, sino un aviso, un signo de alerta, algo que reclama un cambio. Se intenta su lectura en lugar de suprimirlos. (ej: luz de aviso en un coche/ ej: dermatitis atópica y asma)).
   Hablábamos de que en todo trastorno existen unos factores que predisponen, otros que lo precipitan y por último otros que lo mantienen. En primer lugar vamos a hablar de esos factores de predisposión, es decir, de esos que hacen que tengamos mayor facilidad a desarrollar unos trastornos o síntomas concretos a todos los niveles (físico, ps. y emocional). Y para ello es importante que nos detengamos en el periodo en el que la formación de nuestro carácter tuvo lugar, el que va desde la concepción hasta los primeros 6-7 años de vida. Es una manera también de ver como emoción, pensamiento y cuerpo nos son sino caras de una misma moneda, donde no es una de ellas la que produce la otra, sino que todas se influyen mutuamente. En realidad los cambios energéticos son los que originan los diversos fenómenos a todos los niveles. Para aclararlo un poco mas vamos a explicar qué son y cómo se forman el carácter y la coraza.
   En esta formación del carácter diferenciamos además dos periodos: Periodo Crítico Biofísico y Periodo Crítico Psíquico y el límite entre ambos periodos lo marca nuestro desarrollo cerebral. El cerebro humano se divide en CEREBRO REPTILIANO, CEREBRO MAMíFERO  y NEOCORTEX
  • Reptiliano: Primitivo, heredado de los primeros reptiles y peces. Centro del cerebro. Responsable del conjunto de los mecanismos esteriotipados de supervivencia (alimentación, cópula, lucha y huída). Sede del instinto.
  • Mamífero: Sistema límbico. Responsable de la afectividad y la memoria
  • Neocortex: Corteza cerebral. Responsable del pensamiento abstracto y del lenguaje
    La vida de los bebés es regida por las dos primeras estructuras cerebrales, ya que el proceso de mielinización, que pone en conexión las neuronas, no finaliza hasta aproximadamente los dos años de edad. Esto quiere decir que hasta ese momento el neocortex no comienza su funcionamiento, y lo hace poco a poco. Esta evolución se hace patente con la aparición del lenguaje (pensamiento y lenguaje están estrechamente relacionados). Por lo tanto tampoco hasta esa edad podemos hablar de defensas psíquicas (y estas harán su aparición paulatinamente), y todo cuando ocurra al bebé durante el Periodo Crítico Biofísico influirá directamente a nivel físico, es decir, en su propio cuerpo. Se trata entonces de un periodo de máxima vulnerabilidad.
   El carácter es una forma estereotipada de movernos por la vida, que en su origen nos sirvió como defensa ante frustraciones del medio (a falta de otros mecanismos de defensa), pero que con el tiempo se ha cronificado. La coraza es la otra cara de la misma moneda, y esta constituida por una serie de espasmos musculares (simpaticotomia) que se originan normalmente en la infancia, cuando los bebes y los niños suprimen de su conciencia las necesidades básicas no satisfechas, o sus sentimientos negativos hacia los adultos que no las han satisfecho (especialmente los padres). Estas tensiones reducen su capacidad y vitalidad, causando enfermedades o predisponiéndoles a ellas. Los órganos afectados dependen del tipo de carácter, y este a su vez de las situaciones difíciles a las que cada niño se ha tenido que enfrentar. (ej. del llanto y/o la rabia).
    Es decir, que muchos de los síntomas que aparecen en nuestra vida adulta tienen unas profundas raíces en experiencias que puede que incluso hallamos olvidado, porque el cuerpo tiene memoria. (ej: sordera funcional del oído derecho). Así en los momentos de mayor tensión existe una predisposición a manifestar una serie de síntomas, pero estos a su vez están muy vinculados a la situación presente, en la que ha aparecido un factor precipitante. Dicho de otra manera, para que un síntoma se dispare es necesario que algo del presente me recuerde al pasado (por la similitud de lo ocurrido, por la similitud de mi reacción, ….). (Ej de las reacciones de mi cuerpo al pasar por un lugar donde tuve un accidente, u otro similar, …)
    La enfermedad, los síntomas, nos recuerdan todas esas cosas expulsadas de la conciencia, todo aquello que fue reprimido pero aun lucha por salir: la sombra. La sombra nos hace incompletos, nos enferma, y el síntoma nos completa al manifestar lo que no hemos logrado experimentar conscientemente. Por lo tanto sanar es expandir la conciencia, es decir, tomar conciencia de eso que no queremos ver. Vemos muchas veces en las películas o en nuestra vida como ante una enfermedad o accidente grave, hay personas que se replantean su vida (valores, relaciones, prioridades, …). Esta es la gran oportunidad que nos da la enfermedad: parar, replantearnos ciertas cosas y ser sinceros con nosotr@s mism@s. De hecho el primer objetivo del síntoma es que paremos; todo síntoma reclama atención. El segundo es que abramos los ojos y veamos algo concreto. Para ello podemos hacernos varias preguntas:
  • ¿qué haría sino tuviera este síntoma?, ¿qué no haría en ausencia de este síntoma? (Qué me impone y qué me impide?)
  • ¿qué estaba pasando en mi vida cuando el síntoma apareció?, ¿qué hacía yo, pensaba y sentía? (Hacer caso a lo 1º que aparezca en mi mente, sin empeñarme en escarbar. Suele tratarse de cosas cotidianas)
  • La descripción de mi síntoma da muchas pistas de su origen y función. A través del lenguaje asoma el conflicto psíquico (ej: no poder tragar mas”).
  • El significado de cada órgano está vinculado a su función. Hay libros que nos pueden dar un marco de referencia, ciertas claves, pero no el significado de los síntomas propios. Las generalidades no me sirven.
Algunas pistas:
 BAZO: Fé. Optimismo/pesimismo
 VEJIGA: Miedos, inseguridades
 TIRODES: Capacidad de sentirse libre, de sentir que hago lo quiero
 HIGADO: Rabia
 INTESTINO DELGADO: capacidad de decidir, de dejar lo que sobra y aprovechar lo nec.
    Si la respuesta que me viene o me dan a alguna de estas preguntas me duele o genera mucho miedo, malestar o rabia, tengo muchas probabilidades de que sea acertada. Lo que el síntoma dice es algo que duele, que no se quiere ver, “una porción de sombra” y es tan grande el empeño que se pone en ello que se elige antes que saber. Así el enfermo es a la vez verdugo y víctima porque al mismo tiempo produce la enfermedad y la padece. La enfermedad nos quiere llevar a zonas nuevas y si conscientemente nos dejamos llevar, damos sentido a la crisis (rendirse es redimirse). En realidad nos pasamos la vida intentando “cambiar”, rechazando lo que somos, cuando sólo tenemos que abrir los ojos y aceptar lo que vemos, lo que somos, lo que siempre fuimos, lo que ya estaba en el origen. La aceptación permite integrar lo que un día rechazaron y a día de hoy rechazamos para completarnos. Por eso intentar eliminar a toda costa el malestar a nivel físico sólo retrasará o empeorará la situación. Simplemente supone perder una oportunidad.
Esto no quiere decir que no nos ocupemos de nuestro cuerpo, esto sería tan absurdo como no ocuparnos de neutros pensamientos y emociones. Sólo que existen alternativas menos agresivas y que van a favor del proceso (mas naturales y con menos efectos secundarios) como pueden ser la el higienismo, homeopatía, la kiniesología, la osteopatía, la Gestalt, la terapia reichiana, las flores de Bach, la aromaterapia, … y otras muchas que tratan de ir a la causa o al menos no a eliminar el síntoma a toda costa. Muchas de ellas son compatibles entre sí, lo que permite abordar todas las caras de la “moneda”. En algunas ocasiones no queda otro remedio que acudir a otro tipo de medicinas o técnicas (antibióticos, cirugía, …), y para eso están. El riesgo es utilizar lo diseñado para la gravedad cuando no es el caso (ej: escayola en pierna sana, uso generalizado de antibióticos que disminuye su eficacia).
    En el caso de los niñ@s, especialmente los bebés (hasta los dos años), tenemos que tener en cuenta que por su inmadurez (cerebro, aura, …) se ven afectados por la sombra de su madre (o cuidador principalmente), es decir, que el significado de sus síntomas hay que buscarlos en ella. Cuando un niño no está bien lo primero es preguntar a la madre lo que a ella le ocurre, siente y piensa. Nuestros hijos son un espejo en el que podemos mirarnos, y esta es una faceta mas de esa realidad.
Infección: conflicto mental convertido en material. El propenso a inflamaciones tarta de rehuir conflictos. El simbolismo del órgano o de la parte afectada nos ayuda a hallar el tema del conflicto.
Alergia: agresividad hecha materia. ¿A qué tengo miedo?, ¿cómo manipulo mi entorno a través de mi alergia?, ¿a qué tema apuntan mis alérgenos (sex., agresividad, procreación, …)
Respiración: Asimilación de la vida. ¿Qué me impide respirar?, ¿qué no puedo admitir?, ¿qué no quiero expulsar?, ¿con qué no quiero entrar en contacto?